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jueves, 1 de abril de 2010

crisis del automóvil

El sector del automóvil parece expandirse y contraerse de forma periódica. Muchas veces en función del capricho de sus dirigentes más mediáticos. Otras, claro, por los vaivenes de la economía mundial o por los conflictos más beligerantes. Recuerdo por ejemplo, hace ocho años, cuando los que formábamos entonces parte del mundo del motor, nos enteramos, en pleno salón del automóvil de Franckfurt, del ataque de las torres gemelas. El primero en darme la noticia fue Emilio de Villota: “una avioneta ha chocado contra una de las torres del World Trade Center en Nueva York”. El Salón enmudeció. Aquello no parecía tener vida. Habíamos sufrido un cataclismo. Nada comparable al shock que sufre ahora el sector del automóvil, pero dramático, muy dramático en aquel entonces.

Pero aquel ataque, que convulsionó el mundo, también supuso una fuerte crisis para el sector. No como la de ahora, pero sí una crisis bastante marcada. Las empresas automovilísticas contrajeron sus presupuestos de marketing (entre otros gastos), recurso recurrente… “guardemos este dinero por si tenemos que maquillar las cuentas”… “siempre podemos llevar una buena cantidad de estos millones no gastados a beneficios cuando acabe el año… si nos recuperamos o no pasa nada, siempre podemos volver a autorizar ese gasto”.

Creo sinceramente que aún tenemos que aprender que NUESTROS PROVEEDORES SON NUESTROS CLIENTES. Y que provocarles pérdidas económicas a éstos es provocar nuestro propio fracaso. Los que inician la escalada de recortes, este gran primer grupo inicial de “acomplejados-asustados”, son los que inician las crisis. No es de otra forma. Las crisis en su gran mayoría provienen de los errores psicológicos de unos cuantos. Nuestros proveedores son nuestros clientes.

Si a las agencias de marketing con las que trabajan los fabricantes de coches (por poner un ejemplo) se les recortan sus ingresos, seguro que éstos harán lo mismo con sus proveedores e incluso despedirán a sus empleados por no poder pagarles. Es decir, estarán dejando sin trabajo a su propio cliente!!!. Señores Presidentes de marcas de automóviles: los coches se los compran sus proveedores. Y cuanto más pequeño es su proveedor, más débil es y más dramática será la consecuencia (para todos). Aplíquese esto a: agencias de publicidad, asesores de marketing, publicistas, vendedores de ordenadores, vendedores de cartuchos de tinta, limpiadores, guardias de seguridad, editores de revistas, periodistas y un largo etcétera.

Durante mi época de Jefe de Relaciones Públicas en Porsche Ibérica siempre insistí en que había que ser lo más abierto posible con los proveedores que llamaban a nuestra puerta. Insistía a todos los que formábamos la empresa que debíamos quitarnos el caparazón para ser abiertos con todo el mundo. Quise transmitir que Porsche Ibérica era la gente que trabaja dentro y que, si no nos relacionamos con el exterior, estábamos lastrando nuestra capacidad de convertir al público en cliente. Si bien es lógico que no puedes dar negocio a todos, si puedes recibir a muchos y escucharles y explicarles que ese apartado está cubierto (o que existe un contrato de larga duración) y que no vas a cambiar a no ser que te den una excelente razón. Si bien no compras a todos, todos a los que has recibido se sentirán alagados y en cierta forma más “unidos” y en consonancia con la empresa. Es decir, podrá convertirse en cliente en algún momento determinado, ¿por qué no?. (por aquella época también vendíamos Saab) En cambio, un proveedor al que se le dan largas y al que no se le coge ni el teléfono, puede convertirse en un “enemigo” que se irá a la competencia. Se irá con aquellos que al menos son más “simpáticos” que nosotros.

Nuestros proveedores son nuestros clientes. Alimentemos el círculo, alimentemos el mercado. Vendamos coches!!!

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